lunes, 21 de marzo de 2011

Tu voz discurre los surcos
donde la posibilidad se filtra
y mi voz
es la canción ajena 
que quiere seguirte a diario.
El silencio
es el espacio donde vives, 
un sueño brujo que te tiene y no te suelta
unas cuantas palabras dichas 
en un no - tiempo 
por otros.
Pero nos encontramos,
hay un punto justo donde nos encontramos
hay una silueta difusa que nos refugia
en un azar que nos vive a cuestas
y, entonces, la vida 
se disuelve escuchándote
viendo naranjas celestes
y escribiendo poemas que te tocan.





viernes, 18 de marzo de 2011

Puedo hablarte pena en pecho
mientras el enrojecido instante lo puebla.
Decirte, por ejemplo,
que mi pelo servirá de nido confortable a tus manos
cuando éstas me busquen
y la vida sea 
un murmullo cercano y cómplice.
Mis ojos
son la cuna del abismo
en el que me refugio cada día.
Es preciso seguirte
aunque la vida confunda puertas
y todo sea un imprevisto 
hermoso y lascivo
que camina con nosotros.
Mi largo abrazo se queda corto
sonriéndote en la comodidad de un sueño menudo.
Asirme a tu espalda
es más difícil con las pausas largas
sin contar
que yo soy niño - hombre,
además de luz - sombra 
e insistente amante  
de las viceversas implícitas en ti.
Raro norte el nuestro
como raro el mundo 
que vivimos haciendo a nuestras anchas
porque lo queremos
y nos queremos así.




lunes, 7 de marzo de 2011


He atravesado espacios líquidos,
airoso de rasguños.
Sigilosamente, me muevo
pleno del desnudo solícito
a tu inestable vaivén.
Mi voz callada
susurra el silencio prudente
que nos separa y nos une
que nos encubre y abraza.


Te construyo en mis horas
un regazo de sueños
donde, a tu antojo,
puedes estar.

martes, 1 de marzo de 2011




P.G.:


El rojo luminoso que reza "hotel" se derrama sobre el atardecer naranjado. Creo que el astigmatismo hace que las letras se vean embarradas en el cielo como si su trazo se hubiera difuminado con la punta de mis dedos. Una silueta mecánica fluye casi imperceptible sobre un mar excesivamente llano mientras me hago naranja con los golpes de la luz del sol. Cuanto más cerca está la noche, todo a mi alrededor se vuelve sepia y me hace parte de una gran fotografía panorámica antigua.
Yo soy el atardecer, soy un despliegue de tonos dorados como el color de tus cabellos ante la presencia de incandescencias nocturnas, similar a tu sonrisa naciente ante luces contrarias en el camino. 
Vistas desde lo alto, las luces de la ciudad son sólo agujeros incandescentes en los mismos tonos del atardecer. Son pequeñas estrellas que intentan imitar lo anteriormente visto por mis ojos, escamas tornasoladas, polígonos trémulos. Quizás ese efecto tembloroso lo da mi mirada o la brisa que a veces es implacable con cualquier cosa que se le atraviese. No lo sé.
Antes, en el pasillo del edificio, la claridad de las ventanas hacía el mismo efecto con las personas. Todos eran un montón de gente - sombra. Lograr acertar quien era quien era difícil, debido al ángulo de luz que les tocó. Sin embargo, ellos podían visualizarme perfectamente. 
A veces la luz no precisamente descubre, también esconde y oculta, todo depende del haz de luz.
Por aquí todo te aguarda intacto, siempre llenándose de ti.

Tu Señorito.